El uso del textil es casi tan milenario como el de la representación humana con pigmento sobre paredes, las formas de arte que utilizan el textil también han existido durante milenios, sociedades precolonizadas en América tenían una basta producción, que operaba bajo la estructura social que le otorgaban a dichos de objetos textiles. sin embargo el mundo del arte no siempre lo tuvo en alta estima por que asoció el arte textil con la domesticidad y la feminidad, es decir con el trabajo decorativo, artesanal y manual “trabajo de mujeres” que por lo tanto no implicaba la producción de conocimiento, por este motivo se le consideraba inferior a actividades como la pintura y la escultura. Cabe recordar que la costura estuvo prohibida en el ámbito del arte, en 1768 la Royal Academy en Londres así lo decretó. Rozsika Parker menciona : «Conocer la historia del bordado, es conocer la historia de las mujeres», en su libro The Subversive Stitch (1984) , realizó una revisión acerca de la marginalidad del arte textil en el escenario del arte, debido solo al hecho de se producido por mujeres.
La historia de las mujeres teje unas relaciones con el contexto, que aparecen cuando podemos reconocer que todo lo privado es político , entonces la frontera entre lo privado y lo publico, lo micro y lo macro, se desdibuja pues pone sobre la mesa las conexiones y la potencia de la experiencia personal con las estructuras y marcos sociales y políticos. Inclusive, el bordado como acto subversivo tiene varios antecedentes, por ejemplo: la liga de sufragio de artistas, fundada por Mary Lowndes en 1907, creó pancartas bordadas para la Unión Nacional de Sociedades de Sufragio de Mujeres que se llevaron a cabo en algunas de las primeras manifestaciones a gran escala realizadas en apoyo del voto de las mujeres. Banners bordados también fueron utilizados por los sindicatos y el movimiento cooperativo.
En el ámbito internacional es amplio el grupo de artistas dedicadas a dicha practica, solo por mencionar a algunos: Anni Albers, El Anatsui, Alighiero Boetti, Yoshiko Iwamoto Wada, Judy Chicago, Raisa Kabir. En Colombia la obra de Olga De Amaral, Marlene Hoffmann y (me arriesgo a decir que) la obra de Antonio Caro: Minera, una bandera de Colombia intervenida con una franja de color negro y las palabra minería, son entre otros, algunos de los referentes importantes del arte textil en Colombia.
CALCO para este 2018 presenta la obra de cinco artistas Colombianas que desde diversas perspectivas, técnicas y medios han abordado el arte textil, proponiendo desde el mismo sentido de ser de su producción, una materialidad crítica: Andrea Rey, Juliana Silva Díaz, Carmen Espinosa, María Camila Velandia L. y Jeniffer Rojas García. La exposición visibiliza posibilidades políticas del uso del textil, pues en su conjunto las obras de la exposición, permiten incrustar la producción textil en marcos sociales diversos: la trayectoria de “i-legalidad” que ha recorrido, el cuerpo, la migración, los usos cotidianos no occidentalizados, la temporalidad de las prácticas textiles como acto de resistencia frente a lo real.
Mi abuela siempre me dice: “ hay que abrir la costura, plancharla y que se vea bien por ambos lados”, planchar con fuerza para ver una sucesión de orificios sobre dos cuerpos unidos por una línea llamada hilo, no es esa acaso una forma de historizar?
Carmen Espinosa
La artista trabaja con elementos cargados de significado (envolturas, bolsas de café, etc.) e intensifica su potencial documental, transformándolos en huellas y fragmentos llenos de historicidad. Desde una postura política, como mujer y ciudadana del mundo, genera impresiones, cuestionamientos y reflexiones que, si bien tienen origen personal, apuntan a problemáticas sociales globales, como la migración, el desarraigo y la discriminación.
Andrea Rey
Su obra propone una relación entre piel y tela, carne y materia textil, la piel contiene la carne y a su vez es órgano, el más grande del cuerpo humano, piel y tela comparten características: texturas, colores, transparencias, porosidades, la costura como sutura, huella de dos acciones: la que dividió y que volvió a unir. En su obra Andrea hace el reconocimiento de habitar un cuerpo que también es carne, vivos los órganos se mueven sin parar, la sangre fluye sin detenerse. Así mismo quiere habitar la materia textil, la puebla de carnalidades, piezas blandas hechas en tela con acabados de encaje de bolillos, espinas y cabello, las cuales parecen órganos (riñones, corazón, hígado, cerebro). Si bien hay un principio aparentemente natural en la vitalidad y organicidad del cuerpo, la artista hace un reconocimiento de su artificialidad, aquella que es parte del órgano social.
Juliana Silva Diaz
Juliana ha desarrollado su investigación en torno a la materialidad histórica del trabajo textil, su objetivo es producir las condiciones criticas que le permitan a esa materialidad revelarse, emerger como acto político de resistencia contra los acciones que han buscado reificar la historia, marginando aquello que no sirve para sostener discursos de poder. El sonido de sus piezas fue inspirado en el patrón sonoro que se genera al tejer con el pedal del telar, como si en su obra pudiéramos recobrar las voces del pasado, los hilos perdidos y arrancados de la historia, traer desde el presente la presencia de quienes han sido marginado de las historias oficiales. reconstruyendo a través del tejido lugares para la memoria.
Jeniffer Rojas
En su obra, la artista construye lo que ella misma ha llamado: la política de lo anverso, el hilo y la aguja van formando una serie de nudos para construir formas, para contar una historia, aquella que por un lado nos permite ver una imagen prolija, “bien hecha” de factura limpia, tal como la historia oficial, sin embargo por el anverso va quedando la huella oculta, que le permite a la imagen delantera existir. El hilo y la aguja entonces atraviesan la tela formando dos imágenes que coexisten, la de la historia oficial y aquella que aun subyace en el secreto, solo hace falta observar aquello que la historia abandona.
María Camila Velandia
Estudio de una Casa es el resultado de la investigación realizada por la artista en el resguardo el Duya, Casanare, sobre la comunidad indígena Sáliba, para ellos tejer “establece múltiples relaciones entre el saber, el hacer y el jugar. Los pueblos tejemos los elementos de la naturaleza para tejernos así mismos y anudar el conocimiento”. A través de su investigación María Camila reconoce su condición como mestiza, que la ubica en el lugar del otro. El otro no es aquel que fue a buscar, si no ella la que se reconoce como mujer citadina en una ciudad como Bogotá, lo que la lleva a tomar la decisión de hacer un estudio para su casa, usando elementos naturales: moricha virgen, chinchorros, son materiales y formas que le permiten para hacer su casa en medio de la ciudad.